martes, 22 de enero de 2013

LIBROS



Hoy me ha llegado un libro de segunda mano. Amo los libros de segunda mano, porque creo que los libros viajan en un tren de tres vagones: tiempo, polvo y silencio, y su destino es alguien que cuando cierre la contraportada, se quede pensativo y lo acaricie distraídamente varias veces antes de dejarlo en la mesilla y apagar la luz.
Y los libros además, te hablan de otros libros, te susurran que existen, te tientan, y lo excelente, lo maravilloso es que suelen prometer... y cumplen. Con creces. 
Este ha sido el caso, un libro encontrado en los deshechos de una mudanza "las Mejores Historias sobre Perros" según Gerald Durrell ( del que no tengo muy buena opinión, porque le he leído y ese autoproclamado gran amante de los animales a mi me parece un gran viviseccionista) me sugirió a Albert Payson Terhune y su novela sobre Lad, su perro. Solo quedaba en todo el país uno, de segunda mano, y lo recibí ayer. Que sensación de cariño, de encuentro, tenerlo entre las manos. 

Compro libros, pero me da mucho más placer buscarlos en los mercadillos, e incluso por la calle (cuantos he encontrado junto a un alcorque, como he referido, en restos de una mudanza, o en un contenedor de obra lleno de cascotes...sobre papeleras! Los limpio y los desinfecto ( en cierta ocasión hallé una tanda salpicada de sangre!). 
Siempre me estremece -no siempre para bien- encontrar un recuerdo perdido de su anterior propietario, como una foto, un ticket borroso, una postal o una dedicatoria, cuidadosas letras en tinta azul datando la fecha de compra del ejemplar o... párrafos subrayados que para mi carecen de sentido vital, pensamientos perdidos. 
Los libros tienen un valor intrínseco, un valor per se, porque existen. En cierto mercadillo me podía llevar diez por un solo euro y me producía cierta desazón, déjà vu inmoral.
Será estúpido, pero no debo recurrir a las bibliotecas públicas. Me ocurría con el Biblio-Bus del barrio cuando era pequeña ( ¿alguien se acuerda de los Biblio-Buses?)...que me cuesta un penar tener que separarme físicamente de ellos y he de debatirme entre hallarlos de nuevo y comprarlos - claro,que ahora eso es pan comido con Internet y antes no-  o bueno, no devolverlos y huir a Jamaíca.

Lo mejor que saqué del colegio en el que cursé condena fue "Krabat y El Molino del Diablo", que aun tiene estampado su sello oficial, sello que me procura una malevolente satisfacción mirar. Del Biblio-Bus salí llorando por tener que abandonar "Las Brujas", de Roahl Dahl. Ahora lo tengo, con las misma portada (sí, los niños huelen a caca). Y uno de los regalos más preciosos y especiales que me han hecho nunca es cierta edición de Edhasa del "Vellocino de Oro" de Robert Graves. Aún busco una edición  muy comentada (excelentemente comentada) con los grabados de Doré de la Divina Comedia. 

El libro que más me impactó de niña y que me animó a escribir no era mio y aún no lo es, aunque obre en mi poder. Está mal que lo tenga, lo se y lo siento, pero es un tesoro para mi. 


Tres libros que me han pertenecido no tengo. Uno lo perdí en un banco - de los de sentarse- del Barrio del Pilar, otro lo quemé y el tercero nunca me lo devolvieron.
El primero, una novela de Henning Mankell que no me daba frío ni calor pero cuya portada ( un diablo patinando, de John Collier ) me gustaba mucho; el segundo era una de esos churros encuadernados, propagandísticos y tendenciosos, de César Vidal, que me daba asco guardar; el tercero se lo quedó mi primer novio, El Hobbit. No, el Hobbit no era mi novio, pero casi-casi.   
En una ocasión me cancelaron una amistad acusándome- falsamente- de no haber devuelto un libro, sin embargo otra amistad la cancelé yo reclamando con agresiva vehemencia un tomo de Velazquez... 
Libros...ya tengo las ediciones inglesas de Shogun y Tai-Pan, cuya censura tanto disgusto me causa. 

Al menos hay un cuarenta por ciento de libros que he releído, y algunos, hasta cinco veces, ( "Al Este del Eden", de Steinbeck, por ejemplo) Es toda una experiencia ver como ellos no cambian y tú sí, y sentir como tus emociones han variado, como han girado tus puntos de vista, en definitiva, como ha pasado el tiempo sobre uno y no sobre ellos, que son eternos. Tres, cuatro lecturas, y ninguna la misma. Pero tienes la misma portada doblada y gastada entre las manos.  

Lo de los  dichosos Kindles y esos engendros son para gente que quiere tener mil quinientos libros en 10 x 15 centímetros y que no tienen ni uno físico solo en su casa, ni ganas. Es el horror, el fin del respeto, de la magia y de lo diferente, el abismo hacia una centralización procesada, el formato ya no de usar y tirar, sino peor, de acumular e ignorar. Bendito Gutenberg, que poco ha durado su maravilloso invento, y creo que tampoco se ha aprovechado, ni por asomo, tanto como se debiese. 
A mi me entra el sarampión menuíto de imaginarme que dejan de editar y que me veo condenada a mirar otra puta pantallita. A que el tacto de las hojas sea un recuerdo, e incluso su olor, a sopesar el peso, el tamaño de la letra, donde lo encontré, dónde lo compré, momentos bonitos, o diferentes, la Vida... Desde que creo que esto es posible, me corto menos y acumulo más, no se cúanto va a durar. 
Sin mis libros no podría reírme de mi misma, como aquella vez, con once años que encargué, muy seria yo, en una librería de Cuatro Caminos algo titulado "El Club de la Kripto- Amnesia" junto a una biografía de James Dean, toooma. Tampoco podría llorar de frustración, como me ocurrió al salir de una librería inmensa y completísima de la Plaza de la República, sabiendo que las Vidas de Vasari las había dejado atrás por 10 Euros y porque mi italiano no da, ni mucho menos, para leer a Vasari. Ni recordarme en los mercadillos de Laredo, en una mañana de luz clara y con olor a salitre en el aire, paseando y ojeando tomos, que momento tan bonito, tan sencillo. 

Pero vamos, que mejor lo expresa Arturo Perez- Reverte que yo:


Libros, ay, mis libros....







3 comentarios:

  1. Te entiendo tan bien... que hasta me asusto! Es verdad que resulta un placer encontrar libros de segunda o tercera mano en un mercadillo o librería atestada hasta el techo de miles de libros usados. Y he comprado en Amazon hasta alguno que venía con la ojilla interior llena de sellos y fechas de una biblioteca. Produce una extraña sensación el tener en tus manos un libro que ha pasado por las de otras muchas personas y que todas han leído antes que tu y se supone que disfrutado de forma muy parecida.

    Co ya te he dicho antes, disfruté muchísimo hace mil años con los libros de Gerald Durrell (Me pierdo en lo de viviseccionista) y no conozco el de Albert Payson Terhune, que espero encontrar si vuelve a existir otro ejemplar :) ¿Has leído "My Dog Tulip" de Ackerley? Yo me lo compré pero aún no he podido leerlo. Me gustan esas historias sobre perros que escriben autores que han amado a los suyos. Nunca me han gustado las bibliotecas. Si leo un libro que me ha gustado muchísimo, no quiero separarme de él. Por eso, tampoco me ha gustado nunca que me prestaran libros, ni prestarlos (aunque lo hago). Demasiados son los que no vuelves a ver. Y es verdad que los libros, cuando los relees, no cambian, mientras que nosotros sí. Ellos son idénticos a la primera vez.

    Me ha gustado mucho tu post, lo cual no es sorprendente. Y lo explicas todo tan bien como Reverte. Lo del novio Hobbit me ha hecho reír y lo de la librería de Cuatro Caminos, no te digo!

    Besos y besos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si que da una extraña sensación, sí...tú nunca te has preocupado de lo que va a ser de tus libros? Anda! Si soy yo, como me dice por aquí, "siempre optimista, alegre y soñadora", vale, voy a dejar ese berenjenal de lado. Por ahora.
      Revisaré los libros de Durrell, yo le recuerdo robando polluelos de los nidos para ver que pasaba, y acciones parecidas, pero, ya te digo, le revisaré, como no me agradó en su momento, no le he vuelto a tocar. Voy a mirar ahora mismo "My Dog Tulip", gracias por sugerir!.
      No prestes libros, yo no lo hago. A veces quedo como el culo, porque la gente te pone cara de "es que no soy de fiar?" Y lo que tú quieras, pero prefiero ahorrarme la desagradable tarea de dar el coñazo reclamando...
      Ay, criatura, me halaga que opines que me expreso tan bien como Reverte, pero ya me gustaría a mi!.
      Lo de mi primer novio daría para un buen post cómico, si no fuese taaaan vergonzante :O :O :O
      Gracias por visitarme, por comentarme, besos y besos tambien para tí!

      Eliminar
    2. Me preocupa lo que será de mis libros, CD's, DVD's, Barbies y mil puñetas que seguro que solo tienen valor para mí. ¡Mis muebles decorados cargados de rojo, oro y borlas! ¡Mis libretas! ¿Me dejarán tener todo eso en el asilo? No lo creo. Más vale antes irme al otro mundo plácidamente mientras duermo una noche. ¿¡Que será de todas mis cosas!? ¡Esto es terrible! Hoy no duermo.

      Tranquila que creo que seguro que tienes razón en lo del Durrell. He recordado que también se dedicaba a capturar animales para zoos... Con los años, acabaré perdiendo el respeto a todo el mundo.

      No sé por que rara razón, cada vez que presto un libro, meses después tengo que encargarme yo de pedirlo y completamente sonrojado y mirando al suelo. Me siento peor que los morosos de libros.

      No te avergüences de lo de tu primer novio. Si resulta cómico, mejor.¡Haz un post con ello!

      Y no me des las gracias. Además, como si tú no me visitaras y comentaras! Es un placer recibirte en ese blog rojo y visitar este tuyo.

      Besos a repartir.

      Eliminar

Es difícil, pero no imposible.