lunes, 5 de agosto de 2013

¿POR QUÉ TENGO PERRO?



A Haplo le dejé varias veces en un hotel canino. Era uno bueno: limpio, ordenado y salía a correr dos veces al día. Excepto la primera vez, que sí regresó a casa estresado, el resto de las veces fue y regresó tan contento. Era como irse de campamento: pechadas de ladrar, de correr, de estar con otros perros, de estar con gansos ( ! ) de oler perrinas "in season"....Y a los diez días, ea, a casa. 
Pero para mí no cambiaba nada, todas y cada una de las veces me tiraba la tarde llorando, parte del día siguiente y el resto de su estancia con la lágrima fácil, llamando día sí/ día no para ver cómo estaba (Respuesta: "bien-bien-que pe-sa-da la tronca, que bieeeen he dicho").

Tengo perro porque...existe esa vena de sargento en mí. Mis perros pasean un mínimo de una hora al día, aunque no suelo estar contenta, y generalmente el paseo central es de dos horas y media. Procuro variar los itinerarios para que estén estimulados. Aparte de eso, salen otras dos veces más.
Entre tres y cuatro días en semana, en casa, procuro que hagan ejercicios mentales, es decir, juegos de nariz, o truquillos con el clicker que les divierten mucho o bien comen parte de su ración en diferentes dispensadores tipo Kong.
Aparte de que juguemos, claro.

Participan en mi vida cotidiana todo cuanto deseen, les dejo oler las interesantísimas bolsas de comida cuando vuelvo de hacer la compra, si cocino es posible que trisquen un poco de pimiento verde y siempre es divertido destripar un cartón antes de ponerlo en su cubo. Los llevo conmigo en el coche si me es posible, me gusta que vean mundo, han estado en hoteles al norte, han ido a visitar a la familia al sur y han paseado por el centro de la ciudad. 

Compro pienso de gama alta por internet, les desparasito y les vacuno con precisión suiza, llevan scalibor todo el año. Les baño, les cepillo con regularidad y además les corto los espolones, les limpio las orejas, les cepillo los dientes. Hay tres cuencos de agua repartidos por la casa y comen sus raciones de chustas medida, y a la orden. 

Mis perros saben que durante la jornada, van a hacer y tener todo cuanto necesitan, que no es exactamente cuanto puedan desear. Soy fiable, regular y estable. Hay tres reglas: 1) no morder nada que no sea suyo o que no les haya dado yo,2) no ladrar si se les indica callar 3) no me fastidies si estoy dormida.

Y saben que fuera de estas tres reglas soy un blandi-blub. Se me cae la baba. 

Duermen o bien en mi cama si hace frío o bien a los pies si hace calor. Y entonces, al final del día, les mimo sin medida, les rasco y les rasco y me los como a besos ( eso tan molesto en lo alto de la cabeza que hace tal que: chuiiiiikkkkkkk y les reverbera por todo el cráneo) Son muy queridos. Y están relajados, están contentos, están satisfechos del día que han vivido, están sanos, y están seguros. SON FELICES. 



Atención:  FELICES  Sin peros. Pero na-da. Cero. Ese es mi privilegio: mirar a una criatura que se levanta a beber y se vuelve a echar a dormir absolutamente feliz. No ansía, no se preocupa, no carece de nada. Duerme y su vida es buena, buena sin peros. 

Esa es mi alegría. Mi inmensa alegría, ver a la Nana dormir y saber que ella siente que la vida es buena. Ese es mi lujo, un lujo incomparable.
Porque además, en mis días malos también es mi salvación. En los días en los que todo parece una mierda y sientes asco o miedo o las dos cosas a la vez, de madrugada, sólo tengo que mirarla: Es una criaturita feliz. Y eso a mí me salva, de alguna manera, es así.


Haplo murió y su vida fue Buena, nunca tuvo miedo, no sufrió, vivió, de principio a fin, una vida que merecía ser vivida: alegre, segura e interesante. Por eso tengo perro. 

Y porque cuando dejaba a Haplo en el hotel canino, lloraba y lloraba y repetía: " ¿qué va a hacer sin mí"? Y hasta que no murió no supe, tonta de mí, que la pregunta en realidad era: " ¿Qué voy a hacer yo sin el?”




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