Pues dicho así ( o “asín”, de “así”
con la ene de otras partículas, há-há) en rapidito:
Ya me han jodido.
En enero me encontré con que he
habían puesto esa cerca. No es nada, es una mierda atada con unas cuerdas. Y me
cortaron el paso por la pradera.
No es que esa pradera me diese ni
frio ni calor, es que era mi acceso a un bosquecillo solitario y silencioso
lleno de escurridiza vida y a unos kilómetros de campo, campo, sin más, con sus
malvas y sus malas hierbas y sus colores siempre cambiantes.
Llegaba hasta allí como en tres
cuartos de hora andando por la exigua acera de una carretera (y dando gracias, porque
es la única que tiene y las demás ni arcén, un puto peligro y eso no constituye lo que yo considero ni
pasear ni andar. Por no mencionar las duchas que te meten los coches cuando
llueve)
Ahora tendría que dar un rodeo
para llegar al mismo lugar de más de una hora, una hora de ida y otra hora de
vuelta.
A la ida tendría que andar por carretera
hasta la villa de al lado y atravesarla entera, pasando por casas que no me
gustan demasiado y para regresar subir por otra carretera que cruza un polígono
industrial.
Ya no es razonable, yo en mis
paseos busco tranquilidad y la luz del sol silenciosa y la ausencia de tráfico,
no hacerme un tour de force dónde al final, para llegar a ese tramo de bosque y
campo recorro el triple por sitios de mierda.
Aquí hay eso que llaman “footpaths”
que son los antiguos caminos vecinales que cruzan las praderas y a los que
tienes derecho de paso. Pero a los granjeros, que lo tienen todo cercado, bien
vallado y rodeado de alambre de espino, no les gusta. Quitan las señales, de
modo que te pierdas y no sepas por dónde entrar o salir o continuar. Ciegan los “stiles” (que son los pasos de
madera que teóricamente dan acceso), plantando árboles o zarzas delante, les
quitan los tablones que hacen las veces de parco escalón, o los coronan de
alambre de espino, para que te arranques media pierna al cruzar.
Me temo que esa pradera a la que
ya no me dejan pasar es un footpath. Tendría que ir al ayuntamiento e
informarme de que puedo hacer. Ya. Ahá. Porque había señales abajo, que han
desaparecido misteriosamente. Y qué. Porque…
…Por otro lado, a nadie ( NADIE )
le importa un puto pijo.
Nadie anda, nadie camina. Me
parece bochornoso que la gente se levante de su cama y se siente en su coche
para ir a sentarse a su silla de oficina y después de sentarse otra vez en su
coche, se apoltronen en su sofá hasta que van a la cama. El otro día leí que el
promedio de tiempo que la persona media camina al día es de veinte -20-
minutos. (Era en USA? Era aquí? Que más da.)
Vamos, los pasitos que dan hasta
el coche y las veces que se levantan a mear y a por el mando a distancia.
Yo recuerdo que tengo piernas y
me produce un placer extraordinario cerrar la puerta de mi casa tras de mí y
con absoluta sencillez, alejarme y alejarme y volver por los mismos medios: mis
piernas. Me siento autónoma, me siento libre y capaz. Sin coche, del punto A al
punto B. Salgo andando, vuelvo andando. Andar, andar, ha habido momentos de mi
vida en los que tenía mucho más sentido que muchas otras cosas, era un propósito
y un fin en el mismo acto. Andar.
Decía. Que se juntan el hambre
con las ganas de comer. Los propietarios de las tierras con su codiciosa
paranoia y una recua negligente con su propia naturaleza, a la que creen
motorizada: una mayoría aplastante. Los caminos se cierran y desaparecen.
Y entonces…
Me acomodé a una ruta diaria más
corta que incluía un footpath hacia un campo inculto con un pequeño riachuelo.
Remarco, inculto. Por eso era interesante, porque estaba lleno de
bayas, de plantas silvestres, de pájaros, de madrigueras, de rastros. Era mi
alegría estar todos los días un rato allí, a solas, al sol, bajo la lluvia, bajo los robles que crujían con el
viento.
(Inciso: Las abundantísimas praderas
cultivadas que hay por aquí son un moñigal. Literalmente. Hierba encharcada,
pisoteada por el ganado, y un lodazal salpicado de mierdas de vaca de las que
emergen moscas.
El ganado sin tener culpa,
destroza las orillas de los ríos, y desplaza a toda la demás fauna. Pastos y
ganado, pastos y ganado. Crean, asi, una especie, por así decirlo, de desierto
verde.)
Pues entonces estaba en ese
campito y vi una figura venir hacia mí. Es el dueño del campo, que me informa
de que no puedo vagar por el:
Puedo entrar y salir tal y como
establece el hecho de que sea un footpath, pero en ningún caso vagar ni pararme
y, además, he de cruzarlo -me indica, para remate del absurdo- por el margen derecho. Por el margen derecho,
oye. No en línea recta ni dando un levísimo rodeo por el margen izquierdo. Voy
a matizar que en ese campo no había senderos ni nada que se le parezca, sino
hierba hasta la rodilla y cardos casi más altos que yo.
No hay más campo para mí. Me
queda la carretera. Esa vía para coches, y no para personas. Puertas al campo.
Allí significaba sinónimo de imposible. Que equivocación.
Estoy en mitad de ninguna parte,
rodeada de verde y tengo que vivir encerrada en el túnel mental de los demás.
Que extraño. Qué asco de mundo.
Hoy estoy muy muy muy cabreada.
Mañana no, y entonces será peor.
Desde luego, si que hay gente rarísima por allí. Todo lo que has comentado ha creado en mí una desazón tremenda, por no decir, una especie de claustrofobia al sentir tanto encierro entre verde verjado y minado de boñigas vacunas para saltearlas como un lugar repleto de pozos imaginarios.
ResponderEliminarTal vez tengas que hacer uso de la bicicleta y buscar algún lugar próximo para disfrutar libremente sin tener que dedicar dos o tres horas hasta alcanzar ese punto ideal de naturaleza deseada.
Bueno, con vecinos así, sólo se me ocurriría eructar con todas mis fuerzas cada vez que pasara cerca de sus casas pero, eso es políticamente incorrecto; como yo.
No me lo tengas en cuenta...
Un abrazo
Pues no te equivocas ni un ápice: claustrofobia es la palabra exacta. Es delirante, ver tanto verde y no tener acceso. Pero conmigo y mis muy necesitadas salidas diarias no van a poder. Podría tirar de la bici, sino fuese por mi compañera de salidas, mi Peque. Imprescindible su compañía silenciosa y alerta a mi lado.
EliminarPero bueno, desde luego algo se me ocurrirá, voy a ir al ayuntamiento a ver si me facilitan un mapa detallado de los dichosos Footpaths y con él en la mano, a ver quién me tose. De momento, nadie me quita mis salidas grandes de fin de semana, en las puedo tirar al monte sin fin.
Raritos, un rato, y pecando de egoístas un rato: ni yo hacía ruido, ni molestaba, y no dejo rastro alguno de mi presencia. Que hasta los chicles me los guardo en un bolsillo.
Paso por delante de sus inmensas granjas y sus extensas tierras y yo les dejaría una caquita embolsada a la puerta (que tampoco lo haré, luego soy muy tonta, pero ganas no me faltan)
Veo que has comprendido a la perfección mi sensación de agobio, gracias, consuela.
Bienaventurados los políticamente incorrectos, ya somos rara avis!
Un abrazo también para ti!
Eva.
Entiendo perfectamente tu cabreo, indignación y tristeza. El título del post ya lo expresa muy bien. NO se debería impedir el paso en esos lugares. ¡Es campo! La razón, supongo, es que como tú comentas, ya nadie camina y menos, cruza los campos por simple placer, salvo una excéntrica española :-) Por lo que nadie se quejara de que esos lugares sean inaccesibles y parecerá de lo más normal.
ResponderEliminar¡Lucha! Infórmate y encuentra una solución alternativa. Comprendo el placer que supone recorrer esos lugares, disfrutando de todo lo que puede ello aportar. Vivir rodeado de campo y no recorrerlo, es un gran disparate. Y ponerle puertas al campo, también, incluso mayor aún.
Suerte.
Reparte besos.
Una excéntrica! Suena muuuuy bien!
EliminarYa estoy tratando de explorar otras áreas y buscando alternativas: es un poco como salir de exploración, aunque la verdad es que esta zona me tiene un poco harta y estoy poniendo las miras más lejos.
Y ya no por mi, pero Nana, ya te lo digo, no se queda sin sus serenos ratos de rastreo.
Muchos besos,y gracias, guapo!