Me produce cierta extraña sensación
la gente que dice que tiene raíces. Raíces. Siento algo entre perplejidad, admiración
y duda. Y quizás algo de envidia. Yo no tengo de eso.
Me gusta pensar que soy de
Nowhere.
Nowhere. No where. Ningún sitio.
Pero libremente esa palabra también
se puede descomponer de otra manera: Now here.
Es decir, aquí y ahora.
Soy de ningún sitio, soy de aquí
y ahora.
Sin duda.
No me siento española excepto
cuando siento vergüenza de que se me note que soy española. Debido a que soy
rubita de entrada no es evidente. Yo trato de pulir mi acento, pero admitámoslo,
es muy difícil adquirir un acento tan brillante que pase por nativo. Yo seguiré
intentándolo.
Yo venía magníficamente preparada
para entender a Sir David Attenborough o bien (por azarosos motivos que no voy
a explicar) a un norteamericano sureño .Bueno, aquí en Wales hay un acento muy
marcado que me esfuerzo por imitar.
No tengo intención alguna de
contactar con españoles por la zona, como sé que algunos hacen. Que estúpido.
Me recuerda a cuando, estando en Venezia, la gente yendo en las góndolas se
saludaba eufóricamente a gritos porque se descubrían mutuamente Murcianos. Genial.
Yo no he venido aquí para echar
de menos España. Ni para hablar de España. A mí, sin paños calientes, es que
España me da asco. Yo ya he cumplido con creces mis cuotas de españoladas y con
mucha más frecuencia, por parte de ciudadanos de a pie, profesores, vecinos, asociaciones
pro-perrito y presuntos “compañeros” de trabajo que por parte de políticos.
Allí la gente no parece querer
darse cuenta de que la clase política sale del pueblo, es generada por el
pueblo y sustentada por el pueblo. Es decir, y voy a citar una frase que ya he
usado en el blog, que: “cada pueblo tiene el gobierno que se merece”.
No, allí se cree que esos políticos
corruptos los crían en Venus y luego los encantadores venusinos los reparten
equitativamente de comunidad en comunidad y de ayuntamiento en ayuntamiento. O
algo.
Que a nadie le falte su chorizo
venusino, hombre.
Para aquellas sensibilidades
susceptibles, añadiré que creo hay un por ciento mínimo, sensible, culto e
inteligente realmente aplastado y atrapado en ese dichoso país. Pero tan mínimo
como esos porcentajes de colesterol que dan en una galleta integral bio-bio,
ahá, pone: “trazas prácticamente indetectables”
.Ingredientes esenciales: furraña.
Yo no me he venido aquí a
quejarme de nada. De hecho, me siento mucho más cómoda de lo que nunca me sentí
allí, sobre todo en cuestiones básicas como la educación, las buenas maneras,
la cortesía en lugares públicos y el amor por los animales.
Todos los días, atención!, todos,
hay turismos y (más atención!) camioneros, que se apartan de la acera con la
que voy con Peque-Flor para no darme mucho con el rebufo al pasar. No.. darme a
mí no....no darle a ella. Invaden un poco, o mucho, el sentido contario.
Aquí la gente no se gruñe en las
cajas de los supermercados, aquí la gente se cede el paso incluso en vías anchas,
o en rutas de campo, aquí va todo con un, hola, por favor y un gracias después,
da lo mismo si eres el cliente o el empleado. Eso se llama respeto y en España
esta extinto.
Hace que reflexiones en lo que
significa “civilizado”. Aquí se trabaja mucho, pero se trabaja mucho y bien.
Que quiero decir con “bien”?
Hummm….que la idea no es tocarse
los cojones al máximo pero pareciendo que estas partiéndote los cuernos, eso
tan dificultoso de hacer pero tan asquerosamente común en España. Y que bajo mi
punto de vista es una actitud muy muy ligada a la corrupción. Y que atesora
hasta el último hijo de vecino. Y ser MAS que el de al lado, eso es muy
importante en España, como no.
Aquí se trabaja para esa idea que
tan descabellada resulta en España, que las cosas salgan bien. Bien hechas.
Orgullo por el trabajo bien hecho y sacado adelante con eficiencia, con
pulcritud. Y por supuesto, eso hace que tengas un sueldo y te vayas contento a
tu casa.
Lo tienen los obreros que
trabajan en obras públicas, que te saludan al pasar, y te ayudan a cruzar si está
impedida la acera. Ese orgullo. Todo el mundo. Y aquí el mundo cierra
escrupulosamente a las cinco de la tarde. Servilismo cero. Se entiende que te
vayas y que te quieras ir a tu casa, ese pecado en la puta España. El
resultado es, efectivamente, un mundo que funciona. Civilización. Sorpresa!
(Y si no lo pongo, reviento: aquí
la poli no está para lanzarte miradas chulescas al pasar. Hacen su trabajo, que
no consiste en perdonarle la vida a una chica que pasea con su perra.)
Incluso yendo en coche, la
diferencia es abismal. En el típico atasco de autovía, la gente no se dedica a
cambiar psicóticamente de carril cuando parece que, aisch, justo el de al lado
avanza tres metros más. Y se cede el paso en las incorporaciones y a la salida
de los centros comerciales, y se saluda dando las gracias o devolviéndolas.
En España la gente va sola y
encabronada, pensando que así son campeones por encima de los demás. Y no solo
no son campeones, sino que hacen el mundo agrio e innecesariamente caótico y
hostil. Y son mayoría aplastante.
Aquí el orden es un hecho. Y lo
adoro. No es constrictor, se trata más bien de respetar el espacio ajeno para
disponer de un cómodo espacio propio. (Me voy a un ejemplo perruno, porque es
lo mío y estoy en la gloria)
En casi todas las playas admiten
perros todo el año. En las que no, lo pone. Pero es así. No se trata de que no- se -pueda pero entonces la- gente- lo- haga y entonces se puede
hacer (o no) hasta que pase el
Guardia Civil que si esta de buenas hace la vista gorda y se está de malas te
cruje. Eso es de república bananera. Aquí no vives con la incertidumbre, el
temor y buscándole los tres pies al gato. Si puedes, puedes y si no, es que no.
Period. Eso se llama tranquilidad.
España vive en una ilusión de
soberbia donde nada es susceptible de ser mejorado ni cambiado, aquí se vive
con orgullo pero con los ojos abiertos. España es una desorganización endémica,
porque parece algo pecaminoso la noción misma de la mejora o del cambio. De que
haya una forma más eficiente que la existente. Eso para el español medio, es
anatema. Es una pelota inmensa de confusión que es imposible que se mueva, si
no existe el concepto mismo, básico, de reflexionar y cambiar.
Aquí dicen que es típico de los
españoles hacer mucho ruido, quejarse mucho con alharaca pero nada más. Y es
cierto. A lo moro.
Aquí perder los papeles es
vergonzoso, no una actitud común y elogiable, como era allí. Keep Calm And
Carry On. Aquí las jactancias, cortitas.
Ojo, no creo tampoco que haya
aterrizado en Shangry-La, dónde Todo es Magnifico Y Maravilloso, eso no existe,
nada humano es perfecto, pero este baño de sensatez generalizada resulta balsámico.
Que qué quiero decir con todo
esto? Que tengo unas bragas estampadas con la bandera de UK. (tambien las tengo de Wales) Literalmente. Aquí
se me premia y se me responde por ser educada y constructiva. Allí se me
ninguneaba en el mejor de los casos, en el peor…sufrí mucho. Me hubieran tenido
que pegar -golpes, si – para que me hubiera puesto unas bragas con la banderita
de sangre y oro. Recuerdo bien la repugnancia que me causaba ver la bandera
española el jodido año que la dichosa roja ganó el mundial. Qué asco, que vergüenza,
arropados en la bandera para eso y para nada más.
Aquí la bandera esta hasta en los
pollos del supermercado. Y me produce cierto temblor verla y querer adherirme a
ese sentido de orgullo nacional. Mi
identidad no consiste en saber “liarla” hasta las dos de la madrugada, ni una
paella, ni unas lentejas con chorizo. Siempre me reventó ese concepto que todo
el mundo consideraba jarana y fiesta y yo consideraba ruido. La glorificada alegría española está muy
ligada a la estulticia.
Ojalá supiese mucho más y más
deprisa de las costumbres, los detalles nimios de aquí. Quiero ser la gota en
el océano. Y me avergüenzo de ser española, yo quiero cortar con esa sombra de corruptos y barbarie, quiero cortar con ese
vocerío horrible, quiero ser de aquí y ahora, de momento, de ningún sitio… de
nowhere.
La moqueta, eso no, no, no no! No me gusta! Es horroroso y trabajoso y agobioso vivir con moqueta. Ay! Moqueta....